Seguro que a mi yo adolescente le trasladaría varios mensajes imprescindibles, y quiero compartirlos contigo. Imagina que pudieras viajar atrás en el tiempo, con todo lo que sabes, ¿qué sería lo primero que te dirías?
Desde luego hasta que no se invente esa máquina mágica no podremos ponernos a prueba, pero intenta meterte en situación. Cierra los ojos, visualízate en esa etapa intensa de tu vida, recuerda cómo eras y analiza cómo eres ahora.
Piensa qué mensaje querrías decirte a ti mism@ y la razón principal. Sé que es difícil porque hemos pasado por tantas cosas que elegir qué decir es complicado.
BSO para leer «¿Qué le dirías a tu yo adolescente?»
«We made our history» de The Best Pessimist, un proyecto unipersonal del ucraniano Sergey Lunev que lleva desde 2009 alimentando sentimientos a oyentes afines al post rock ambient que ejecuta.
Somos lo que vamos construyendo, y en ese camino generamos nuestra historia. El título de esta pieza es perfecto para acompañar este artículo utópico pero no por ello menos reflexivo. Y el contenido instrumental en clave post rock emocional es perfecto.
Recuerda que puedes darle ahora al play y leer el fideo de opinión o bien leer y disfrutar de la música sugerida al final. Tú decides, pero no olvides degustar también el tema elegido para acompañar el texto porque enfatiza el mensaje:
Primero alentaría a mi yo adolescente
Estamos tan perdid@s que sé que animar es imprescindible. En mi época adolescente no era ni la sombra de quién soy ahora, y pasé por muchos momentos de inseguridades, así que un abrazo unido a «tranquila que lograrás lo que te propongas» es posiblemente el primer mensaje que lanzaría.
Bien es cierto que tenía inquietudes reivindicativas, era combativa en varios aspectos -incluso iba contracorriente en varios aspectos- pero no estaba definida en manera de ser como sí lo estoy ahora.
Ciertamente la seguridad que aporta el paso del tiempo es clave, y no está presente en esa adolescencia donde solo se busca vivir la vida en cierto modo con amig@s y se ve el futuro tan lejano que no preocupa en exceso.
Después profundizaría en cumplir los sueños
Sin duda otro mensaje sería no renunciar a los sueños. Fui una niña muy risueña y reflexiva. De esto último dan buena cuenta mis diarios personales, escritos desde que empecé con 8 años hasta la adolescencia.
Así que como uno de los motores principales en mi vida ha sido precisamente moverme por pura pasión, insistiría en que nunca dejase de lado esas ideas aparentemente locas de vivir de lo que te apasiona.
Y es que sí tuve épocas de más desilusión, puntos de inflexión en los que casi renuncio a escribir y al ámbito musical cultural -porque esto siempre fue y es una carrera de fondo-, pero a mi yo adolescente le remarcaría que con tenacidad e instinto llegará donde sea.
Finalmente animaría a mi yo adolescente a mantener viva la esencia
¿Somos quienes queremos ser? Muchas veces somos más bien quienes podemos, pero en ese poder deben estar implícitos valores, principios… al menos en mi caso.
A mi yo adolescente nunca le faltaron valores y principios, aunque obviamente tuve que trabajarlos mucho para mantenerlos vivos a lo largo de los años y aprendí que sin ellos no soy feliz.
Intento que no falten en todo lo que hago, y conscientemente trabajo para que así sea día a día. Así que en el discurso a mi yo adolescente le recalcaría que no faltase nunca a aquellos principios y valores que le mueven.
Me despediría con un abrazo reconfortante
Y para terminar de nuevo emplearía el recurso del abrazo para remarcar cercanía. Era muy cariñosa entonces y extremadamente positiva -esto último poco ha cambiado, la verdad-. Ese abrazo iría fijo seguido de un «no te apagues pase lo que pase».
Con los años me fui volviendo más fría porque la vida te va cambiando con sus idas y venidas. También la desconfianza hizo de las suyas por gente de la que no te esperabas cosas feas, por eso insistiría tanto en el concepto de que no se apagase nunca mi yo adolescente: me recuerdo con luz, enérgica… Y no quisiera que eso se perdiera aunque ahora mismo hay días de oscuridad -año intenso, pero va ganando de nuevo la luz-.
Lo que nunca ha faltado en mi yo adolescente, y en quien soy ahora, es el contacto físico y siempre toco el brazo, cara, etc. así que me tomo muy en serio a quien se muestra igual de cercan@ que yo. Ese abrazo sería una señal de que nos conocemos, de que esos mensajes no vienen de cualquiera, y haría caso sin pestañear. Ahora que lo pienso recuerdo un día en el año 2000 que una persona con cresta me paró en la calle, me tocó el brazo y empezó a hablar conmigo… ¿Te imaginas que fuera mi yo adulta dándome un mensaje?…
Y tú, ¿qué le dirías a tu yo adolescente? Cuéntame, estoy en Facebook, en Instagram, en Twitter.
Gracias por leer cada texto 🙂 Comparte para que más gente pueda degustar fideos reflexivos como este, maridados con música que permiten matizar más el mensaje.
Por cierto: este mismo ejercicio introspectivo de viajar al pasado de algún modo lo materialicé en el episodio 3 del Podcast Distrito Riot que te invito a escuchar y también que hagas con tu yo del pasado: