Los tatuajes aún siguen levantando prejuicios según los ojos que los miren. Llevo más de 15 años con tinta en la piel, muy visible, y te cuento vivencias para contextualizar situaciones a veces rozando lo absurdo.
Soy consciente de la importancia de mantener identidad aunque signifique ir contra corriente. Con 20 años comencé a tatuarme tras meses de reflexión por cuestiones lanzadas externamente como el manido «recuerda que es para toda la vida».
A pesar de las dudas que pudieran estar presentes y que había que madurar, tenía claro que quería personalizar mi cuerpo dejando constancia de fases importantes, y así a lo largo de 10 años los fui grabando para siempre.
En ese proceso he vivido de todo, y siempre ha habido un hilo conductor: los prejuicios. Quiero compartir contigo vivencias para despertar reflexiones porque aún hay un altísimo porcentaje de la sociedad quedándose con las primeras impresiones…
BSO para degustar mejor la lectura de este artículo «Tatuales: la marca del desprecio por sistema»
«The Taste of Ink» del grupo The Used. He reescrito este texto escuchando en bucle este tema.
Recuerda que puedes saborear este fideo con esta pieza de fondo o bien leer y dar al play después.
En cualquier caso no olvides disfrutar también de la canción:
Trabajar de cara al público con tatuajes marcó mi vida
Empecé a grabar tinta en mi cuerpo con 20 años. Coincidió con mi etapa de trabajo de cara al público como una joven dependienta/encargada a la que además de juventud (desde los 20 años hasta los 25 años) se le sumaba la estética algo «diferente».
Así que puedo asegurarte que presencié a menudo desde menosprecios hasta puestas en duda por parte de clientela prejuiciosa intentando reclamar lo «irreclamable», preguntando por la encargada y alzando cejas cuando respondía que la tenían delante.
Lejos de dañarme me hicieron más fuerte. Pero los prejuicios no solo estaban presentes en mi trabajo: también lo estaban cuando salía de fiesta con mis amigas…
Me llamaron escoria en un bar simplemente por tener tatuajes
Mis amigas no eran alternativas en su mayoría, así que cuando salíamos acudíamos a bares en zonas selectivas de mi ciudad, y a cambio de mi «sacrifio» escuchando música que para nada me gustaba -junto con el ambiente nocturno que tampoco me llamaba la atención- hacíamos visita a mi bar favorito como compensación (Zero Café).
Un sábado fuimos a la zona de Poniente, a un bar llamado por entonces Juanita Calamidad. Mi amiga quería ir allí porque le gustaba el ambiente. Yo iba vestida con vaquero y camiseta motera sin mangas. Aún hacía fresco porque recuerdo que llevábamos cazadoras.
Pedimos cervezas y nos pusimos en un rincón, a nuestro rollo, poniéndonos al día de la semana y echándonos unas risas. Un grupo mixto empezó a empujarme. En principio solo estaban bailando, así que nos apartamos un poco más para dar espacio, pero iban comiéndose ese espacio dejado hasta que llegaron los empujones indirectos.
Nos fuimos a mover de sitio porque sabíamos lo que estaban haciendo… pero una chica rubia empujó a su amigo que se dio contra mí. Me miró y toda la pandilla se rió con enjundia. Puse mala cara, nos íbamos a cambiar de sitio para evitar más historias pero llegó otro empujón. Devolví el movimiento con un «ya está bien», seria, cabreada pero controlada y la chica burlona rápidamente respondió soberbia «¡vete, escoria, tú no pintas nada aquí!» mientras hacía un gesto señalando mis brazos tatuados.
Si te insultan lo mejor es marcharte
No daba crédito a aquella locura que en todo momento evitábamos mi amiga y yo. Cogí mi temperamento -no era suave precisamente-, respiré profundamente y saqué peineta recogiendo mi cazadora y cerveza a lo que aquella chica rubia vestida «chic» respondió con otro empujón. Se ve que le molestó que reaccionara.
Me salpiqué de cerveza y estuve a punto de dejarme llevar: «¿devuelvo o me voy?» pensé, pero decidí marcharme porque si se generaba un conflicto mayor ya sabía a quién iban a culpar de primeras y a tachar de «barriobajera»… Me fui enfadada, llorando decepcionada y sintiéndome humillada…
¿Por qué me estaban tratando de aquella manera si no les había hecho absolutamente nada? Era otro suma y sigue de prejuicios -que poco han cambiado en los últimos años-. Lo más curioso es que este episodio ocurría sonando de fondo una versión de un tema de Foo Fighters que bailaba aquel grupo de gente alegremente, posiblemente sin saber ni de qué banda era la canción original, con la particularidad de que el vocalista lleva tatuajes. Fue absurdo en sí mismo, una contradicción en toda regla.
Siguen ocurriendo situaciones humillantes
Efectivamente los prejuicios ante los tatuajes continuan más activos que nunca, y tengo experiencias de sobra para corroborar esta afirmación. Incluso hace pocas semanas me ocurría una situación curiosa en un Centro Comercial de mi ciudad al que había ido con mi hija tras el colegio para comer y luego cortarle el pelo en la peluquería que hay allí.
Al entrar en el recinto del Supermercado pité porque llevábamos la mochila escolar con una etiqueta magnética interior sin cortar. Me dijo la señora de seguridad que dejase la bolsa y mochila que llevábamos allí en su mostrador, y que luego lo recogiésemos cuando termináramos la compra. Sin problema hicimos caso. Al no encontrar unas zapatillas para la peque fuimos al mostrador a recoger pertenencias, y la señora de seguridad nos obligó a pasar por el detector a mi peque y a mí, por separado, antes de poder recuperar nuestras pertenencias. Obviamente no pitamos, recogimos las cosas y salimos.
Me quedé pensativa porque nunca me habían hecho pasar por el detector antes de recoger cosas en la salida sin compra. Posteriormente observé qué hacían con otra gente que salía sin compra y a nadie -NA-DIE- les hicieron pasar por el detector… Incluso recogiendo objetos en el mostrador saliendo sin compra tengo gente conocida que se ha sorprendido al comentar lo que me ocurrió porque se han visto en mi situación y tampoco les han hecho pasar por el detector antes de recuperarlas.
Otros ejemplos de situaciones curiosas vividas
- Algunas miradas de desprecio por la calle o transporte público en primavera y/o verano que voy con manga corta.
- Guardias de seguridad siguiéndome en tiendas de ropa vacías de gente que me «marcaban» nada más poner un pie en el recinto… un suma y sigue constante en el que a pesar de vestir bien, arreglarme a mi manera, limpita y reluciente y sonriente solo se ven mis tatuajes y los prejuicios de tercer@s.
- Dependienta en un conocido recinto de varias plantas que me mira de arriba a abajo preguntando borde «¡qué quieres», empezar a solicitar una talla diferente porque quiero descambiar esa prenda, venir una señora para ser atendida, dejarme con la palabra en la boca y centrarse en la señora recién llegada… Esto ha sido muy reciente, por cierto.
¿Ha cambiado la visión sobre los tatuajes?
No lo sé. A esto podrán responder mejor aquellas personas que lleven décadas tatuadas y posean mayor perspectiva que la mía.
Puedo decir que en estos 17 años tatuada es cierto que aún hay prejuicios en todas partes, y da igual el contexto. A veces son momentos puntuales en la calle, en tiendas, otras veces duran lo mismo que el trayecto del autobús, pero la constante es que en otoño e invierno descienden los prejuicios y en primavera y verano que se me ven los brazos aumentan.
Hay que tener claro que las pariencias engañan, y si no fijémonos en casos de prevaricaciones, sobres en B, «tarjetas black»… Están relacionados con personas trajeadas: han ido aumentando quienes roban vistiendo bien que llevando tinta en la piel. La diferencia entre la tinta y la corbata es que esta última no genera prejuicios, y permite en muchos casos pagar multas o comprar sentencias…
¿Qué piensas de los tatuajes? ¿Has vivido alguna situación relevante al respecto? Cuéntame, estoy en Facebook, Twitter, Instagram.
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