El rencor solo nos recuerda el dolor vivido y nos impide avanzar. Desde luego es importante superar aquello que un día nos hizo daño para evolucionar. Uno de mis mayores defectos es que soy rencorosa, y llevo tiempo trabajando en superarlo.
Por eso, porque no quisiera que tú también cometas los mismos errores que yo anclándote a un dolor que puedes evitar, he decidido abordar este fideo reflexivo con el corazón y vivencias personales en la mano.
Recuerda que puedes degustar otros fideos de temática similar como Todo lo hiriente que no nos dijimos fue lo que nos permitió avanzar o «La Función» que interpretamos por heridas emocionales: canción reflexiva de Roi Méndez o La muerte: somos lo que moverán los recuerdos, y purgar nudos es clave.
BSO para leer «Deja marchar el rencor»
«Someday we’ll know» de New Radicals. Esta canción siempre me ha ayudado a purgarme en momentos de dolor emocional y me parece interesante integrarlo en este fideo reflexivo donde muchas preguntas siempre revolotean por nuestras cabezas al recordar situaciones complicadas.
Recuerda que puedes dar al play y leer el texto con la música de fondo, o bien leer el fideo y escuchar la canción después.
En cualquier caso no olvides dar al play antes de irte de esta página porque la música siempre enfatiza el mensaje abordado en el fideo de opinión:
Analizar el rencor, aunque duela, te hace más fuerte
Si algo he aprendido es que ser rencorosa lo único que genera es permanecer atada a una vivencia dolorosa que te deja anclada en un estado de alerta desconfiando de todo el mundo. Esto a su vez te mete en una espiral donde no llegas a abrirte a la gente por miedo a que te dañen de nuevo, y con ello te pierdes oportunidades valiosas de conocer a personas que merecen la pena.
Obviamente es duro salir de ese círculo vicioso en el que recuerdas, lloras, te llenas de rabia y después te cargas de tristeza preguntándote qué hiciste mal para que todo aquello ocurriese… Aprovecha la introspección para analizar la situación y detecta qué sientes (rabia, ira, asco, pena…).
Entonces, una vez conocido el sentimiento real repítete esta frase sanadora: «no me merezco seguir sufriendo por algo del pasado que ya no se puede solucionar. Si me vuelve a ocurrir algo similar sí puedo evitarlo: no permitiré que me vuelvan a hacer daño de esa manera. Acepto lo ocurrido, aprendo y lo dejo marchar».
Deja marchar es clave
Puede que te parezca difícil dejar marchar una situación altamente dolorosa, y aquí es donde viene el esfuerzo por tu parte: cada vez que te venga el recuerdo deberás obligarte a cambiar de tema, así que busca un buen recuerdo relacionado con las personas que te hirieron y quédate con ello.
Al principio cuesta encontrar recuerdos bonitos de quienes te hierieron de algún modo pero los hay, salvo que el rencor provenga de una situación muy jodida (abusos, por ejemplo: aquí necesitarás ayuda profesional y no lo dejes pasar, por favor, aunque haga años del suceso).
En mi caso durante décadas -debido a una situación concreta que duró más de 10 años- me sentí rechazada toda mi infancia por una parte importante de la familia. Llegué a sentir que yo no era suficiente y que por eso no «luchaban» por tener contacto.
Hace algunos años me paré a pensar en qué me generaba todo aquello y detecté mucha tristeza y pena, porque no habían llegado a conocerme y posiblemente si lo hubieran hecho habían encontrado a una chica inquieta, despierta, creativa y cariñosa… Siempre me he preguntado cómo habría sido mi vida de haber tenido contacto aquellos años… ¿Habría terminado siendo la misma persona que soy hoy?
No lo sé, aunque sí saco en claro que quien soy se lo debo a mis vivencias y a la gente bonita que tengo en mi vida, y de no haber experimentado todo aquello no habría sacado la parte más reflexiva de mí, así que doy gracias por lo acontecido. Esto me ha ayudado mucho a sanarme por dentro, y con ello por fuera.
El dolor que sientes atiende a quienes lo generan
El sentimiento de percibirme rechazada tal vez no era real -muchas veces nos hacemos ideas que no atienden a realidades-, pero crecí con esa pesada losa entre los 6 años y los 16 años y tuvo consecuencias: era desconfiada -lo sigo siendo aunque trabajo en mejorarlo- y el rencor ha sido un puto lastre toda mi vida hasta que decidí trabajar en sanar.
Con el paso del tiempo he ido comprendiendo que en realidad nunca hubo un motivo vinculado a no ser suficiente para aquella parte de la familia -y tengo relación estrecha con una persona, de esa rama familiar, a la que quiero un montón y que sí lucho por tener contacto-: realmente atendía a un rechazo directo hacia el vínculo que a mí me conectaba (de una familiar hacia otra); era un problema enraizado en la incapacidad emocional concreta de esa persona inicial que gestionó mal una gran parte de su vida… No sabes la paz que me trajo comprender todo esto…
Así que este análisis me llevó a entender mejor todo lo que había sucedido, y sobre todo a curar a esa niña interior que aún hoy a veces llora con la nostalgia de qué hubiera pasado si todo hubiera sido de otra manera.
Reconciliate con tu niña interior, con tu niño interior
No sé si habría cambiado algo en mi vida si todo aquel trance de más de una década en mi infancia hubiera sido diferente, repito, pero al menos sé de seguro que el problema solo atendía a las carencias de aquella persona inicial que no supo gestionar su vida y sus sentimientos como debía.
Con este aprendizaje valioso me abracé a mi niña interior no hace mucho, y le expliqué bien todo esto. Puede parecerte insólito ver a tu niña interior -o niño interior- pero es posible si echas la vista atrás y te recuerdas en tu más tierna infancia. El abrazo simbólico y la explicación simbólica ante aquella niña a veces inmersa en su mundo interior, escribiendo en diarios para purgar emociones, fue liberador y me ha permitido pasar página por fin.
El rencor siempre nos lleva a cargar con sentimientos que no nos corresponden, por eso es tan importante sanarlo: haciéndolo te liberas y avanzas, pero sobre todo te reconcilias con aquella personita que un día fuiste. Yo he logrado abrazarme con mi niña interior, y nos hemos dado muchos besos llenos de paz. Espro que tú puedas hacerlo también 🙂