Esta pregunta de «cómo quieres que te recuerden» me la hago a menudo. Llámame rara, es cierto, pero de vez en cuando me paro a pensar en que somos el conjunto de nuestros actos, y que el peso anquilosado del tiempo puede borrar de un plumazo toda nuestra existencia si nadie se encarga de recordar lo que fuimos.
En base a esto, la importancia de lo que hagamos es lo que marcará lo que seremos tras la muerte a ojos de los demás por lo que nuestros actos son -y serán- los que nos definirán cuando seamos polvo en el viento: vestigios de lo que un día fuimos antes de convertirnos en cenizas.
Así que la importancia de lo que se recordará cuando ya no estemos en vida dependerá de lo que hagamos y cómo, siendo para mí de suma importancia que el recuerdo que deje me defina.
El silencio de la muerte será nuestro verdadero juez y la voz despertada en los demás, tras nuestra desaparición, la sentencia real ante el juicio de cómo planteamos nuestra vida.
Da al play y lee «¿Cómo quieres que te recuerden cuando mueras?» con la música que te aconsejo:
INCUBUS, tema «Admiration» por su emotividad instrumental e interpretación vocal. Además, por el contenido de la letra y porque reescribí este artículo (original del 2013) escuchando en bucle esta pieza.
Esta formación mítica contemporánea se mueve en el limbo sonoro del rock alternativo, que cuenta con ornamentaciones del metal alternativo y aportes electrónicos que los hace inconfundibles. En activo desde principios de los 90 han aportado diversos discos esenciales como «S.C.I.E.N.C.E.», «Make Yourself» o «Morning View» entre otros.
Si quieres potenciar la emoción leyendo este fideo de opinión no dudes en dar al play ahora o al finalizar el texto para degustarlo al máximo posible:
El peso de nuestros actos sí delimita cómo quieres que te recuerden
Tal vez por los actos recordamos para bien o para mal a todas aquellas personas que de un modo u otro impregnaron en la sociedad su particular forma de entender la vida a través de lo que hicieron, siendo inolvidables porque sigue vivo el recuerdo de su paso por la Tierra a través de terceras personas que se han encargado de mantener la imagen de lo que fueron, hasta incluso mitificando en algunos casos -con o sin razón- su existencia. Llegados a este punto me pregunto si grandes mitos que veneramos se plantearon en algún momento cuál sería el recuerdo que tendríamos de ell@s…
Y otra cuestión que no dejo de pensar es si la gente que roba millones, que estafa, que mata, que se ha dado a la mala vida, que se aprovecha del que está al lado, que viola, que jode a compañer@s de trabajo, que putea a su vecin@, que es corrupt@, que se lucra a costa de l@s demás, que se mueve por envidias, que plagia sin escrúpulos, que malmete, que intenta sacar lo peor de quien considera mejor y un gran etc., ¿alguna vez se han parado a pensar en cómo serán recordad@s cuando estén muert@s?…
Obviamente parecerá como respuesta certera que no, porque si se mueven por los pliegues oscuros no les da para tener conciencia, pero te sorprendería comprobar la cantidad de personas que fingen ser «buenas» cumpliendo alguno o varios de los comportamientos mencionados un poco más arriba…
Desde luego está claro que en el peso de nuestros actos juega un papel importante la ausencia o presencia de un valor para mí incuestionable: la honradez. Imagino que cuanto más alto esté en nuestras listas de valores personales más probabilidad habrá de que la persona se plantee esta misma pregunta que yo me estoy haciendo ahora de cómo quieres que te recuerden.
¿Qué hacer para que te recuerden de manera positiva?
Sinceramente no lo sé. Tan solo creo firmemente en intentar hacer las cosas como creo que deben hacerse, impregnando cada día de esfuerzo, empatía, honorabilidad y aplicando la ley de «no hagas lo que no quieres que te hagan, y trata como quieres que te traten».
Así que también entiendo la importancia de no lograr a toda costa los objetivos, de no pisar a nadie y luchar sin tener que desmerecer; alegrarse por lo que consiguen otras personas y arrimar el hombro en vez de estorbar son premisas importantes que procuro implementar en mi día a día.
Y por supuesto, no concibo la existencia sin la honradez de por medio. Como curiosidad, porque todo esto no me viene de ayer precisamente -ya de pequeña me planteaba cosas profundas-, mi primer tatuaje fue hace 17 años, cuando tenía 20 añines recién cumplidos. Me lo hice en la pierna izquierda (por ser el lado del corazón) y decidí grabarme 3 letras japonesas del código Bushido:
- Justicia (Gi)
- Deber y Lealtad (Chugi)
- Honor (Meiyo)

Queda claro que la importancia que le doy a los valores es directamente proporcional a mi aplicación e implicación diaria con ellos, pero en ese tono de autocrítica que quiero que envuelva cada fideo de este Blog de Sopa Frita en mi Cabeza confirmo que sigo esforzándome para ser la mejor versión de mí misma porque me quedan muchos flecos que cortar: nadie, y lo dejo bien claro que NADIE es al cien por cien nada -buena o mala-, pero sí se puede trabajar en mejorar aquello en lo que flaqueas y en ello ando desde hace década y media al menos.
Cómo me gustaría ser recordada
Finalmente me he preguntado muchas veces «Vane, ¿cómo quieres que te recuerden?», y siempre llego a la misma respuesta que me doy en ese intenso diálogo interno: «eso al final lo decidirán tod@s l@s que me conocieron, que seguro podrán aportar una visión más acertada que la mía propia».
Y en ese miedo que genera delegar algo tan profundo en terceras personas solo hay una cosa que puedo hacer para que el recuerdo que quede de mí no sea demasiado malo: demostrar con hechos lo que defiendo con palabras, porque creo que es el ejercicio más justo y sincero que se puede hacer hoy en día para no quedarse en la demagogia fácil que lo invade todo pero no dice nada más que acomodamiento…
Termino matizando lo importante que es poder dormir tranquila por las noches a sabiendas de que mis decisiones, actos y valoraciones -hasta lo que alcanza mi dominio- vayan siempre en consonancia con mi conciencia y los valores personales que quiero mantener en equilibrio.
Cuando cierre los ojos para siempre ojalá mi hija me recuerde con orgullo, y que le sirva mi vida para mejorarse a sí misma puliendo aquello en lo que fallé en vida.
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