El código postal marcando tu futuro en origen

El código postal marcando tu futuro en origen

Importa dónde naces, es así, porque si tienes suerte y perteneces a un código postal donde hay recursos, dinero y facilidades ten por cuenta que tu vida será muy diferente y puede que incluso más fácil si todo va bien y mantienes status.

Desde luego no me lo invento: estar en un buen distrito genera tener muchas más posibilidades de cumplir sueños y un buen futuro que perteneciendo a una zona empobrecida, al menos en el punto de partida, en el origen, todo se presenta con menos trabas.

Por eso el código postal orienta en un alto porcentaje de los casos quiénes seremos desde el origen y nuestras posibilidades iniciales, pero lo triste es que también lastrarán talentos y oportunidades si el barrio es de los complicados…

BSO para leer «»

«Where the Streets Have no name» de U2, por el valor del mensaje que gira en torno a esta pieza.

Resulta que Bono se inspiró en una historia que escuchó sobre Belfast y cómo se podía conocer en qué calle vivía alguien solo conociendo su religión y origen. Defendiendo eliminar etiquetas y barreras nació esta hermosa canción, perfecta para maridar la lectura de este fideo reflexivo abordando ese código postal que aún sí marca futuro en cierto sentido por desgracia.

Recuerda que puedes dar al play ahora y leer mientras escuchas de fondo la pieza o bien leer y reproducir después pero no olvides que la canción de cada texto enfatiza más el mensaje:

¿De dónde me saco esta idea sobre el código postal?

Una vez más voy a recurrir a mi experiencia. Mi barrio de toda la vida donde he vivido hasta el pasado mes de mayo 2021 fue el de La Farola, en Valladolid, una zona obrera bien ubicada al lado del Paseo Zorrilla pero con gente trabajadora viviendo en sus edificios.

Si nos ponemos a auscultar la ciudad hay barrios obreros por antonomasia: Delicias y Rondilla, así como barrios complejos como Pajarillos, San Isidro, Las Flores… Y después están las zonas más nuevas como Parque Alameda, Covaresa, Parquesol, Valparaíso… Hablo a grandes rasgos, pero seguro que habrá gente muy experta en urbanística que podrá explicar mucho mejor la «orografía» de la ciudad; yo solo quiero contextualizar en términos generales.

Me he mudado a Parquesol, y ahí es cuando ha comenzado esta reflexión importante que necesitaba compartir contigo. Sin duda una vez que me moví del barrio de toda la vida es cuando empecé a ver las cosas con otros ojos, y a comprender realidades que hasta entonces estaban silenciadas, adormiladas, anestesiadas o de las que simplemente no me había percatado.

Dime dónde paces y te diré qué oportunidades tienes

En mi antiguo barrio, al que sigo acudiendo a diario porque allí vive mi familia y va al cole mi peque, se ha producido un aumento de realojos en diversos portales. En el que ha sido mi vivienda en alquiler los últimos 9 años no fue por realojo pero en abril un particular alquiló piso a una familia gitana y los destrozos no tardaron en llegar al portal.

Este fue el principal motor para mudarnos, ya que la convivencia estaba siendo complicada con destrozos habituales por parte de un par de los integrantes de esta familia, con ruidos hasta altas horas de la madrugada que eran un suplicio, escupitajos en felpudo de casa o en las escaleras, buzones manchados… así que al final optamos por irnos -había cúmulo de circunstancias-.

Haciendo la mudanza recuperé cosas del trastero de mi hija que decidí dárselas a una de las muchachas embarazada de esta familia mencionada. Que unos integrantes de su clan fueran incívicos no significaba que todos lo fueran. Cuando ofrecí ropa, cuco, juguetes, etc. me miraron con extrañeza y a la vez las criaturas pequeñas emocionadas viendo las bolsas de juguetes y peluches. Confieso que casi lloro, joder: no tienen culpa de haber nacido y vivir en un entorno conflictivo. Me emocioné al ver cómo aceptaron todo, y me dieron las gracias efusivamente aunque con cierto tono de incredulidad. Me dejó pensativa su cierta desconfianza.

Analizando el perfil de estas personas me di cuenta de varios aspectos cruciales: su vida ha sido difícil, y aunque esto no es excusa para ciertos comportamientos sí permite contextualizar bastante bien a qué puede deberse su actitud ante la vida y ante gestos de ayuda, por ejemplo. Algunas de estas personas crecen creyendo que no valen nada, y aceptando que su exclusión social no tiene reversión posible. Incluso es común tener interiorizado el maltrato como algo merecido. Están acostumbradas/os a un trato vejatorio, y estar a la defensiva y aislarse generando un gueto son sus armas de defensa.

Vivir en un barrio empobrecido dicta sentencia

Efectivamente si naces en un código postal perteneciente a un barrio humilde hay muchas posibilidades de que no accedas a recursos que sí se tienen en un núcleo familiar normalizado. De ahí la importancia de las ayudas sociales, que permiten equilibrar las familias más desfavorecidas.

Otra cosa es la picaresca que se da con la concesión de ayudas: da para otro fideo de opinión, estamos de acuerdo, pero quiero ahora centrar el punto de vista en quienes de verdad necesitan las ayudas y hacen un uso adecuado de las mismas.

Me pregunto cómo debe ser querer hacer una carrera, tener aptitudes para ella pero no contar con dinero para poder estudiarla, solo teniendo la posibilidad de trabajar por la situación personal/familiar. A veces ni eso: el paro lo envuelve todo y el desánimo, la apatía y el sufrimiento generan vertederos de ilusiones sepultadas por la pobreza.

Igualmente pienso en que si hay absentismo escolar desde edades tempranas ya se está minando y alterando la rutina de esa criatura, condenándola al fracaso escolar desde la cuna. Y si esa criatura cuenta con un don, con altas capacidades o con cualquier cualidad enfocada para el estudio pero nunca encuentra asesoramiento ni apoyo ni referentes cercanos para ubicarse y centrarse, ¿somos conscientes de que estamos perdiendo talento?

No sabemos lo que tenemos hasta que analizamos el código postal

Seguro que estás poniendo en duda la suerte que tienes, pensando en aquello que te falta o que te gustaría tener. Es normal porque siempre queremos más y a veces incluso tendemos a criticar a quienes viven bien -o mejor que nosotr@s- porque en el fondo nos gustaría tener su suerte.

Sí, entono el mea culpa porque más veces de las que me gustaría he sentido que no tenía suerte porque anhelaba cosas que no poseía. De pequeña me pasó a menudo, y nunca jamás faltó comida, ropa, estudios, cariño, etc. pero vivíamos ahorrando y con un solo sueldo, así que hubo una época en la que el sacrificio de mis padres no lo comprendía porque me impedía acceder a otras cosas que sí tenía gente a mi alrededor. Su esfuerzo de entonces generó tranquilidad ahora, y un aprendizaje importante sobre prioridades que agradeceré siempre.

Si algo he aprendido es que no es malo vivir en un buen lugar: todo el mundo -o casi- lo haría si pudiera permitírselo, no nos engañemos, y a los hechos me remito porque en cuanto decidimos buscar barrio para mudarnos teníamos claro dónde nos gustaría desde el principio. Pero de pequeña deseaba vivir en otro sitio, en una casa grande o en un piso moderno como los que conocía de gente del colegio, y llegué a pensar que vaya morro tenían porque su suerte era otra. Qué lejos estaba de entender lo que era suerte y vivir bien…

Piensa realmente en la vida que llevas

El código postal no lo es todo, pero sí enfoca bastante el punto de partida y facilita algunos pasos en la vida. Y ahora que tengo 37 años (recién cumplidos) he aprendido algo muy valioso con el paso del tiempo: tengo suerte porque no me faltan oportunidades, pero lo más importante es que no le faltan a mi hija.

Tiene una rutina, estamos pendientes de su evolución escolar, fomentando los puntos fuertes que tiene y reforzando los débiles, le damos mucho cariño, educamos poniendo límites cuando toca y posee un núcleo familiar estable. Yo tuve todo esto también de pequeña. Hay tantas criaturas que no tienen todo lo mencionado que hasta duele pensarlo, y eso sí que es no vivir bien.

Así que si alguna vez te da rabia no tener todo lo que quisieras párate a pensar en lo que sí estás disfrutando, sin remordimientos ni reproches: solo con la mirada puesta en lo que mucha otra gente no tiene y que tú sí posees. Creo que este ejercicio permite vernos desde otra perspectiva menos egoísta y más empática. Sigo trabajando en ello, y deseo que este texto te ayude a hacerlo a ti también 🙂

Ojalá más pronto que tarde eliminemos todas esas barreras que pueden marcar nuestro origen, y que por supuesto dejen de marcar nuestro futuro.

TE PUEDE INTERESAR DEGUSTAR ESTOS FIDEOS DE OPINIÓN:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *