El bullying existe y deja unas huellas imborrables en quienes lo sufren. El también llamado acoso escolar es un problema sangrante en la sociedad que ha ido en aumento y que comienza en edades tempranas aunque alcanza su pico en la adolescencia. Hay agentes pasivos y yo fui uno de ellos. Quiero contar mi vivencia porque poco se habla de esta otra parte que consiente la vejación.
Voy a ofrecer información genérica sobre el origen y los diferentes tipos de bullying que existen porque aunque en muchos centros escolares se enmascaran -se niegan incluso aun con evidencias y denuncias de por medio-, lo cierto es que es un problema real que ha existido desde hace décadas aunque ahora por fin se le ha puesto nombre y definido con suficiente precisión como para detectarlo con mayor facilidad.
La información es clave, tanto para avanzar como para visibilizar y con ello concienciar. Aún hay muchas familias que creen que sus hij@s no ejercen acoso escolar pero como leerás más abajo prácticamente todo el mundo somos cómplices de un modo u otro: o como ejecutantes o como agentes pasivos.
Si necesitas información, conocer protocolos de actuación en España, etc. existe AEPAE, Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar: https://aepae.es/
BSO para leer «Bullying: origen, tipos de acoso escolar y vivencia como agente pasivo»
«The Apologist» de R.E.M. porque pedir perdón es necesario, aunque a veces te des cuenta con el apaso del tiempo.
Recuerda que puedes dar al play y leer el texto con la música de fondo o leer y después reproducir la pieza sugerida.
En cualquier caso no te vayas sin escuchar la canción porque enfatiza el mensaje lanzado:
Orígenes del acoso escolar
Aunque el bullying parece haberse intensificado este último siglo gracias a Internet y las redes sociales, realmente ha existido desde casi los orígenes de la escolarización.
El origen etimológico de la palabra se remonta a 1973, cuando el psicólogo escandinavo Dan Olweus nombra así por primera vez a la violencia en el ámbito escolar. Desde los años setenta este psicólogo, eminencia y pionero en estudios ligados al bullying, investiga sobre este gran problema cada vez más arraigado en entornos escolares.
Lo que le llevó a estudiar este fenómeno fue la siguiente anécdota: un día en la calle vió correr despavorido a un chico que perdió uno de sus zapatos en mitad de la carrera. Al poco de verlo pasar le seguía un grupo de chavales, y le llamó la atención que el primer niño ni siquiera se inmutara por ir con un pie descalzo. Se preguntó qué motivo tenía para huir con tanta prisa y ahí empezaron sus investigaciones.
Tipos de acoso escolar / bullying
En constante evolución el bullying también cuenta con modificaciones asociadas a la continuidad por vías de nueva creación. A continuación expongo los habituales:
- Físico: acoso mediante golpes, palizas, contacto físico como tortazos, empujones… Robo de pertenencias…
- Verbal: acoso con apodos, rumores, bromas insultantes…
- Psicológico: acoso con chantaje, amenazas, tiranía, intimidación… A veces se da el papel de «abuso de poder» por ser hij@ de profesorado o equipo directivo.
- Sexual: mención dañina de orientación sexual (real o inventada), molestia constante con abusos a nivel íntimo encerrando en baños para tocamientos ilícitos forzados o acorralando en zonas escolares de poco tránsito para la ejecución del manoseo no consentido.
- Social: ignorar a la víctima para aislarla del grupo, tratarla como un objeto, bromas colectivas humillantes, exclusión continuada en juegos…
- Ciber-bullying: acoso practicado a través de redes sociales, mensajes de texto, vía Whatsapp, vía audiovisual (TikTok, Instagram…), etc. Incluyen desde insultos y difusión de fotografías comprometidas o trucadas hasta suplantación de identidad, palizas grabadas y difundidas online…
Agentes pasivos en el bullying
Existen personas que son testimonios presenciando el acoso escolar diario pero que miran para otro lado. Pueden ser desde el propio alumnado hasta parte del profesorado, e incluso también padres y madres negando evidencias. Todo este conglomerado forma parte del entramado de agentes pasivos que potencian la perpetuación del bullying.
Yo misma he sido agente pasiva en la época del colegio y quiero contarlo abiertamente. Recuerdo a una niña con la que compartí clase varios años, incluso en alguno de los cursos estuve sentada junto a ella con los pupitres unidos porque el tutor confiaba en mí para que ella se sintiera algo más segura.
Fue en 5º de primaria cuando me cambiaron al lado de esta niña (Laura se llamaba, o «Spider» como la apodaron… Si alguien de mi colegio lee estas líneas seguro que sabe de quién escribo…). Desde el egoísmo extremo de una chavala de 11 años pensando en su ombligo consentí los escupitajos diarios que le propiciaban alrededor, en la misma clase. También le daban con pelotas de papel soplados desde el cuerpo de un bolígrafo Bic a modo de cervatana casera. Los llenaban de saliva y con cada tiro se reían como hienas… Laura no hacía caso, ya que estaba acostumbrada desde años atrás a que esto ocurriera.
Un día le pregunté porqué aguantaba y no les decía nada, y su respuesta fue en un tono de asimilación y aceptación: «no lo sé, no me conocen pero no les debo de caer bien… Si les digo algo será peor…». Entonces en una de esas lluvias de pelotillas de papel con saliva planté cara pero solo obtuve risas y una advertencia: «¡cállate Balona o la siguiente eres tú», así que aquella chavala de 11 años timida, inocente y poco que ver con la mujer de ahora agachó la cabeza y miró para otro lado.
Mirar para otro lado nos hace cómplices del bullying
Estar sentada en clase al lado de Laura para mí era estar excluída del grupo, por lo que intentaba casi no tener contacto con ella. En el fondo me dolía -y mucho- todo lo acontecido, así que a veces iba al profesor tutor y le contaba lo que veía. Él se encargaba de castigar a ejecutantes de algunas cosas, pero nunca fue suficiente porque no trascendía a dirección y, además, generaba que hubiera mayores ataques hacia Laura.
Por eso decidí dejar de ayudar. Y así me convertí oficialmente en agente pasivo, algo que hoy en día cambiaría si pudiera volver atrás. Pero hablamos de épocas en las que todo se excusaba en «son cosas de críos», y se une que yo era una niña tímida además de cobarde que no plantaba cara salvo en momentos de supervivencia (un trimestre viví acoso escolar en propias carnes, fue en 6º de primaria…), así que hice lo que pude como pude. No me excusa, ni lo pretendo: de hecho, si estoy escribiendo todo esto desde la máxima sinceridad es para mostrar que todo el mundo cometemos errores; esa culpabilidad ha estado dentro de mí -y sigue- cada vez que he visto a Laura por el barrio… Y dudo que desaparezca.
Desde luego tengo claro que mirar para otro lado genera que el bullying se siga perpetuando, y que los roles de acosador y acosado se mantengan en activo. Podría contar muchos casos que se daban en la época que estoy contextualizando esta situación, ya que era algo habitual. También había profesorado que ridiculizaba a personas como Laura, lo que no ayudaba a que el ecosistema avanzara erradicando perfiles de acosadores: más bien propiciaba que el foco de burlas fueran siempre los mismos.
Lo que le hicimos a aquella chica fue arruinarle la infancia y adolescencia
A la salida de clase todos los días Laura era empujada desde 2º de Primaria que yo recuerde. Fue en uno de los cursos de Secundaria cuando ocurrió algo devastador: un mediodía a la salida de clase le tiraron la mochila a un contenedor…
Aquel día lo recuerdo especialmente porque yo estaba a su lado, de espaldas hablando con las amigas de entonces, pero al oír bullicio jaleando a los acosadores me giré y pude ver todo el episodio horrible mientras ella lloraba y pedía que parasen gritando «¡no, por favor, no hagais eso que es nueva!» pero lejos de no hacerlo encima ejecutaron hasta el final mientras entonaban con burla su frase. Aquel lloro de Laura se me grabó en el oído y en la retina.
«¿Por qué me hacéis esto? ¿Qué os he hecho yo?» gritaba casi desesperada. Y allí estábamos tod@s, mirando, escuchando, pero NO HACIENDO NADA… Esa es la esencia verdadera de agentes pasivos: ser testigos de un hecho demoledor que hace sufrir a una persona víctima mientras nadie hace absolútamente nada por ayudar sea por miedo, vergüenza o pasotismo… Fui una cobarde y aún hoy siento asco por aquella persona que fui… No jaleé, solo miré y recé para que yo nunca fuera el centro de aquellas bromas. Y como yo estoy segura que el 90% de agentes pasivos pensaron y sintieron lo mismo.
Desde luego los acosadores cumplían un patrón muy concreto: iban de chulos, de sobrados, y les unía el afán de protagonismo. Posiblemente contaban con situaciones personales concretas que los llevaba a comportarse como auténticas malas personas para que su autoestima subiera un poco más hundiendo a gente como Laura. Años después descubrí un contexto familiar de uno de ellos y todo cobró sentido, pero hoy que es padre me pregunto cómo se sentiría si a su criatura le hicieran lo mismo que él hizo a Laura… Yo misma pienso en mi hija Nadine y tiemblo…
Sentimiento de culpa por no haber ayudado a frenar el bullying
Esta pobre chica aguantó lo que no está escrito: escupitajos, insultos, apodos de mierda, vejaciones constantes, humillaciones diversas en cada clase… Y así durante años. Menos mal que aún no había redes sociales… No sé si el colegio lo sabía o no, y desconozco si su familia era consciente de lo que vivía su hija, pero cada vez que la veía por la calle algo dentro de mí me hacía agachar la cabeza por vergüenza y sentimiento de culpa y no era para menos…
Cuando acabó el colegio obligatorio (fuimos la generación que estrenaba Secundaria, así que estuvimos hasta los 16 años allí), decidí cambiar de centro y me fui a estudiar Bachillerato a otro sitio. Confieso que respiré y pude empezar de cero a muchos niveles, porque en el colegio los vínculos estaban demasiado hechos como para poder reiniciar. Me tomé aquel cambio de centro educativo como una nueva oportunidad para cambiar aspectos míos que no me gustaban, y así empezó mi proceso de transformación hacia quien soy hoy en día. Una de las cosas que empecé a cambiar fue la de no callarme más ante situaciones que consideraba estaban fuera de lugar.
En aquella época coincidía de vez en cuando con Laura por el barrio y nos decíamos tímidamente «hola» sin más. Estudié bachillerato y luego el Ciclo Superior de Integración Social. Cuando acabé no se podía ejercer de la titulación así que busqué trabajo y encontré en una zapatería. Estuve como dependienta encargada (entre los 20 y 25 años) y recuerdo que vino varias veces como clienta. Me quedé con las ganas siempre de pedirle disculpas en nombre de aquella niña de 11 años que no supo gestionar aquella situación en clase cuando estuvimos sentadas juntas, y que no supo brindar apoyo emocional durante aquellos años de acoso escolar: eso ya hubiera sido mucho, ya que nadie lo hizo en los años que estuvo en el colegio y soy consciente de que le marcó de por vida.
Sé que contarlo ya no arregla nada de lo que Laura tuvo que vivir, pero si por lo menos sirve para que hoy alguien reflexione sobre situaciones similares vividas y replantearse actitudes pasadas, o si se están viviendo situaciones que decida hacer algo, al menos la cobardía de entonces habrá generado algo positivo ahora aunque sea años después.
El bullying no «son cosas de críos»: es cosa de tod@s, y está en nuestras manos decidir si miramos para otro lado o aportamos lo que esté a nuestro alcance para mejorar y cambiar todo lo que rodea al acoso escolar en nuestro país. #StopBullying